Dejar
una nota embalsamada de quebranto en el zaguán que me vio decir adiós sin
querer decirlo
Faltarle
tanto el respeto a mi calor y ser de Cristo el aprendiz bendito
Guardar
silencio de un modo elegante, mientras veo cómo tocan mis guantes la corona que
jamás he tenido
De
piedras y espejismos incrustados en la pieza central… zafiros.
A
veces me pregunto si a mi edad se cometen tantos errores
Si
el amor se pone en un cofre de bronce y se funde… el amor
Prefiero
cruzar las piernas y ser insolente, decir que no con un silencio que confunda
al más inteligente
Silencio
rococó.
Manos
desnudas que incineraron cualquier excusa, cuando lo pedía
Y
la odiosa tela que cubría aquel pecho decaído, entendía
Sabía
tanto de cruces y de anuncios que decían tantas cosas que yo sentía
Y
el sulfúrico y paciente silencio, inerte, rococó
¡Algarabía!
Me
agrada saludar una vez más estas reflexiones, que dan sentido eterno a mis
oraciones
Besar
los cimientos que protegen mis quereres, mis dones
Doy
las gracias al mundo entero en estas cuatro paredes y he compuesto tres
canciones
Que
nunca cantaré
Que
no se escucharán aunque a gritos me lo pidan... Jamás.
MI NOMBRE ES GIOVANNI RAMÓN. ’
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